martes, 18 de agosto de 2015

LA MULTICULTURALIDAD








Todo sucedió en menos de un mes. Había llegado al final de mi viaje por Europa y parte de Asia, sólo me quedaba por visitar la mezquita azul llamada también Santa Sofía, desde pequeño tenía un enorme deseo por conocer aquel lugar. Mi abuelo siempre me decía que el ombligo del planeta y el verdadero centro de la Tierra se encontraba ahí en Estambul, que si estirara un mapa del mundo en medio quedaría justo Turquía. 


Ahí me encontraba, solitario, reflexivo, leyendo, recapitulando y recordando a mi padre frente a la mezquita que se emergía imponente alrededor de su gran cúpula. Veía a la gente pasar vestida de diferentes modos que parecía ver varias épocas pasar frente a mis ojos, americanos, europeos, asiáticos, occidentales, incluso distinguía por su acento a algunos mexicanos. Me sentía en paz pero no completo, algo me faltaba hacer en esta vida y tenía la enorme necesidad de encontrar ese porqué.

Seguí caminando por las calles de Turquía, me impresionaba la cantidad de culturas y costumbres que pasaban frente a mi, escuchaba 4 idiomas diferentes en menos de una cuadra y me podía imaginar miles de historias con cada personaje que veía frente a mi. Llevaba más de seis meses viajando recorriendo varios países y conociendo diferentes culturas, pero aquí era diferente, eran todas en una, una en todas. Realmente empezaba a reconocer que me encontraba en el ombligo de la Tierra.

Paré en un templo, la arquitectura era simple y aburrido por fuera, pero una vez que entré me asombre con lo que veía, sin importar la religión todos entraban a rezar. En los jardines un grupo de jóvenes estudiantes de diferentes nacionalidades se acercaron a platicar conmigo y fue ahí, en ese justo momento, en los jardines de ese templo, que me di cuenta que tenía que escribir un libro sobre la importancia de las culturas y como todos nos conectamos entre sí sin importar de donde venimos.

Regrese a México. Inmediatamente fui a la oficina de mi maestro, mi sinodal, mi mentor, era una especie de guía para mi y además era doctor en filosofía y letras. Necesitaba de su orientación y contarle todas las novedades de mi viaje y mi nueva idea la cual le agradó bastante y me encomendó dos misiones antes de comenzar con el libro: la primera era ir a dos eventos de los familiares de Ayotzinapa y la otra sentarme a comentar mi experiencia con amigos de diferentes culturas, religiones e ideas de pensar.

Así lo hice. Asistí a un memorial de los 43 jóvenes y a un tributo en una barda con amigos y familiares de las víctimas, la experiencia fue desgarradora, me di cuenta que sin irme my lejos, que sin cruzar fronteras, la desigualdad y la diferencia de costumbres, tradiciones y culturas se encontraban cada día frente a mí en toda la coyuntura que nos rodea. Invité a unos amigos a comer les conté sobre la experiencia y me pidieron que los invitara a otra, celebramos, bebimos e incluso bailamos.

A día siguiente ahí estábamos, platicando y conversando con los familiares de los jóvenes en otro preparatoria. Esa misma noche y la siguiente reuní a diferentes grupos de amigos donde pudimos intercambiar entre todos sus maneras de pensar y de ver la situación por la que atravesaba el país. Mi cabeza iba a estallar de ideas e información, tenía demasiado por escribir, miles de relatos que contar y experiencias que narrar; pero por el momento los invitados seguían ahí y solo habían canciones por cantar.

Finalmente me quedé solo, frente a la biblioteca que me rodeaba lista para compartir palabras más, palabras menos conmigo. Tenía que empezar a escribir, abrí una botella de vino, la cual me acompañó hasta que amaneció. Tenía mi primer texto terminado, era hora de colgar los zapatos. Me sentía más completo, había salido de mi mi nueva obra: La Multiculturalidad.

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